2006/06/25

El amor es más fuerte

"Pedrito escribe sin parar
que el mundo está por estallar,
y los demás en la oficina, por nada...".
Caín Caín, El amor es más fuerte
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Hace unos días, alguien, en medio del frío y la noche, me dijo: "No, Orlando, el amor no es lo más fuerte: la mejor prueba de ello soy yo".
Fue una mentira, desde luego, pero una mentira que, disfrazada de verdad, me hizo pasar un muy mal rato.
No todo fue gris aquella noche. Sus ojos estuvieron de mi lado y fueron mis cómplices: la delataban, no hacían otra cosa que mostrarme una mentira hiriente e innecesaria que afortunadamente ya no podía sostenerse; totalmente distinta a esas mentiras que encontramos en las ficciones: aquéllas que –como insiste Vargas Llosa– nos ayudan a escapar de esta cárcel llamada Realidad, y nos permiten vivir otras vidas.
Escribes es una historia que, partiendo de una canción de Tango Feroz, da testimonio de ese vínculo irrompible que anuda al lector con sus libros predilectos (libros que en un instante determinado, aunque no en todos los casos, lo invitan a dar ese salto que convierte al lector en autor). Pero Escribes no es sólo eso. Escribes es, por otro lado, un humilde himno a la literatura: a sus poderes benéficos y a sus peligros.
Por suerte, sigo creyendo que, como lo dijo Tanguito en su hora más lúcida, el amor es más fuerte. Pero no nos olvidemos de que él habla del amor genuino… ése que nos cambia la vida y nos hace ser –si no distintos– mejores de lo que somos.
El amor es más fuerte, puede ser una canción desconocida para muchos de los lectores de mi relato, y eso al final no es gravitante. Pero, para mí, esa canción marca el fin de una época de aprendizaje, donde los amigos son, a la vez, el punto de partida y el de llegada.
Con los amigos uno aprende a hacer de todo… pero también aprende a no hacer nada… y, a su vez –si los amigos valen la pena–, nunca termina de aprender.
Yo he aprendido poco del mundo, algo de los demás y casi nada de mí; pero con eso me basta para decir que, de lejos, EL AMOR ES LO MÁS FUERTE.
Hay amores de todos los colores (y para todos los lectores): el amor de pareja, el amor filial, el amor que sentimos por nuestras mascotas o por un equipo de fútbol. No todos son iguales. Unos son más intensos y desbordantes que otros. Pero hay un amor que está disfrazado detrás de una palabra que algunos nunca llegan a conocer: vocación.
García Márquez me hace recordar mucho al Tanguito de la película del cineasta argentino Marcelo Piñeiro cuando dice que el artista es el hombre más libre del mundo. Y es que el Gabo sabe lo que dice; por eso tampoco se equivoca cuando afirma que este oficio –el de escritor– es para galeotes y no para diletantes. Lástima que el personaje del relato es, como yo, un simple diletante… un diletante que sólo tiene fe en una sola cosa: la literatura… y acudirá a ella cada vez que quiera escapar y salvarse… acudirá a ella mientras los demás sigan en la oficina… por nada.

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Imagen: Tanguito y una parte del canon personal del personaje de mi historia: el Nóbel sudafricano Coetzee, la novela Historia de Mayta (Vargas Llosa) y Ribeyro. Escribes acaba de aparecer en la Edición Nro. 143 de Letralia, la primera publicación cultural venezolana en la red que, al cumplir sus primeros diez años de vida, quedó finalista en los premios Stockholm Challenge 2006. Para leer el relato haga clic aquí.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/06/18

Continuidad en Febrero

A Johanna... que, en Agosto, me sacó de Febrero.
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“¿Cómo rompo la monotonía?”, me preguntó un viejo amigo después de leer mi relato Continuidad en Febrero. De inmediato, le dije la verdad: lamentablemente no tenía una respuesta para su pregunta.
Voy a ver el partido de básquet –agregó antes de irse–. Y a buscar un lápiz para tachar el 30 febrero en el almanaque”.

Bueno, el cuento lo hice para Johanna, y recién aparecerá en el portal de El Proyecto Sherezade el 1 de Julio. Pero los que quieran leerlo (y, de paso, tachar el 30 de febrero en el almanaque), ya pueden hacerlo.

El día que escribí Continuidad en Febrero anduve sumergido en la lectura de dos historias de distinta factura: La segunda juventud de Luis Loayza y Casa Tomada de Julio Cortázar. Recomiendo ambos relatos que nada tienen que ver con el mío que, me parece, nace de mi aversión a la monotonía, de mi rechazo a una vida uniforme y sin sobresaltos. Marcus Riga tenía (¡tal vez sigue teniendo!) una vida como la de muchos seres humanos: predecible y aburrida hasta la exasperación (un almanaque tuvo que sacudirlo y, por un día, redimirlo de esa rutina embrutecedora). En el fondo, lo detesto visceralmente porque él y sus almanaques tienen mucho de mí.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/06/10

CervantesVirtual.com renueva su diseño

La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que dirige el autor de Travesuras de la niña mala, ahora luce una nuevo diseño que permite navegar en dicho portal con mayor comodidad :

“El Patronato de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que preside el Mario Vargas Llosa, se reunió en Madrid para revisar la marcha de las actuaciones previstas para este ejercicio y proponer nuevas iniciativas para el resto del año. El encuentro fue presidido por Vargas Llosa, quien inició su intervención recordando la vocación de servicio público de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que facilita el acceso a sus contenidos de forma gratuita, y se mostró convencido de que cervantesvirtual.com contribuye, mediante la difusión de la cultura, al desarrollo de la sociedad. Señaló además que la Biblioteca se ha convertido, en sus siete años de existencia, en una herramienta de referencia para avanzar en la Sociedad de la Información, especialmente en lo que se refiere al ámbito de las bibliotecas digitales. Vargas Llosa señaló que la consolidación de la dimensión iberoamericana del portal debe ser un asunto prioritario para la Fundación. Con esta finalidad, acometerá, entre otras actividades, planes que favorezcan la creación del Espacio Iberoamericano del Conocimiento, iniciativa liderada por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), con la que la Fundación ha firmado recientemente un convenio de colaboración. El Presidente de la Fundación destacó que la institución seguirá los avances que experimente el proyecto de creación de una Biblioteca Digital Europea, y trabajará para facilitar la participación en dicha iniciativa de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes."

En dicho portal he publicado dos microrrelatos: ¿Y ahora qué mierda quiere? y Peor es Nada, además de un ensayículo titulado El motor del progreso universal .

2006/06/06

Si yo fuera Alan García

Yo me pregunto, ¿qué cara tendrá un presidente en presencia del Gran Juez, Aquel que todo lo sabe y al que no se le puede engañar? Digamos, si yo fuese Alan García (1985-1990), ¿cómo podría justificar la inmensa desilusión que llevé a todos los hogares del Perú después de haber sido elegido, por amplia mayoría? Esperaban que pacificase el país y llevase a cabo el primer gobierno aprista, retardado decenas de años a fuerza de golpes militares. Esa injusticia costó la vida a muchos partidarios del único partido organizado de este siglo, cercano al pueblo y, en su tiempo, con luz ideológica propia.
Cómo podré dar la cara después de que toda la nación, apristas o no, creyó en mí, en mi entusiamo, mi juventud, en mis ademanes simpáticos y criollos que enloquecieron a las masas y dio esperanzas a los más recalcitrantes pesimistas. Toda esta euforia duró pocos meses, después me volví loco (quizá siempre lo fui). Loco como un caballo desbocado acabé llevando entre mis patas a mi Patria moribunda, y a miles y miles de compatriotas que murieron de hambre por mi culpa.
Además, entregué a esos mismos militares que antes odiaba el control de la lucha antiguerrillera, sabiendo que el asunto es económico y político, no militar.
Mientras se derrumbaba el país, yo no sólo cantaba rancheras en la Plaza Garibaldi de la Ciudad de México, sino que hacía crecer mi fortuna y las de mis “compañeros”. Qué cara tendré cuando se toque el tema del vandalismo y rapiña lujuriosamente extendida en los últimos años de mi régimen cuando los robos de los jefes de las instituciones públicas eran imitados por sus subordinados hasta extremos insospechados. En las últimas semanas, sabiendo que no volveríamos al poder, nos llevamos todo, literalmente todo, desde computadoras hasta papel higiénico, pasando por puertas, bisagras, escritorios, sillas, cuadros, etc. (sólo un etcétera por pudor).
Nuestros robos y malversaciones fueron indescriptibles. No puedo exagerar, hay cientos de miles de testigos. Yo, Alan García, ¿podré mantener ante “El de la Buena Memoria” la misma actitud arrogante y desfachatada que tuve cuando para evadir la responsabilidad de mi indescriptible fracaso económico, eché la culpa a las entidades financieras, e igual que otro famoso sinvergüenza, el presidente mexicano José López Portillo, ordené la expropiación de los bancos, las compañías de seguros y el cierre de las casas de cambio? ¿Fue una expropiación legal?, ¿se llevó a cabo?, ¿tenía gente preparada para manejar esas empresas?, y lo más importante, ¿solucionó mi fracaso administrativo?

Todas las respuestas son negativas. Lo único positivo, más que positivo, extraordinario, fue que obligué a Mario Vargas Llosa a lanzarse a la política en un acto desesperado para llenar el vacío de liderazgo en los partidos opositores.
Yo, Alan, que los primeros meses saludaba al pueblo desde los balcones de palacio con mi pañuelo blanco. No con el pañuelo del Jefe Víctor Raúl ni con el de Pavarotti, sino con el de aficionado que pide que al toro del pueblo le corten las orejas y el rabo.
Sí, yo, Alan, alias “Caballo Loco”, que quebranté la unidad del partido aprista. Que no paré la masacre de los presos políticos en Lurigancho y en el Frontón. Que no cumplí ninguna de mis promesas de gobierno.
Que dejé a los narcotraficantes apoderarse de nuestra montaña, de nuestras fuerzas armadas y de nuestros campesinos. ¿Qué diablos puedo decir ante los hechos?
Yo, “el compañero Alan”, que en el discurso inaugural de mi mandato presidencial prometí acabar con la corrupción, que al día siguiente destituí indiscriminadamente a jefes y oficiales de la Guardia Civil, que los sustituí con personas de mi confianza, que no contento con esto hasta cambié el nombre a las fuerzas policiales para que no quede una pizca de los antiguos “Caballeros de la Ley” ni del lema “El Honor es mi Divisa”, que todo eso fue para crear una fuerza organizada de extorsión, represión y crimen. Yo, que dejé finalmente a la ciudadanía sin protección y con mayor peligro que antes. Y a las instituciones policiales desprestigiadas para siempre. ¿Me pondré atrevido ante el Señor y seré capaz de negar todo? Sería mucho concha.

Yo, Alan García, hice mucho más daño. No tuve el menor sentido común para tratar el pago de la deuda externa. Demagógicamente declaré que no la pagaría, y en todo caso los pagos no serían mayores al 10% de nuestras exportaciones. Yo, que no me senté a negociar con mis deudores, que no les presenté un plan dilatorio que pudiera ser tragado de alguna manera por la banca extranjera. En vez de decirles: “el cheque está en el correo”, “mañana se lo pago”, o indicarles cortésmente: “quisiera pagarles pero no puedo”, “con todo respeto es imposible
por el momento”. No, yo que no tuve la menor idea de cómo funciona la política y finanzas internacionales, me puse como un matón de barrio. Fui más insolente y descomedido con sus representantes en privado que en público, gané no sólo enemigos institucionales. El resultado fue trágico, todos nos cortaron el crédito y nuestro país terminó pagando un 50% más de lo que dije. ¡Qué imbécil fui!
Repito, si yo fuese Alan García qué cara pondría ante la Verdad. Si además, junto al Juez Supremo veo al fundador del partido, Víctor Raúl Haya de la Torre, ¿qué le diré, cómo me justificaré? ¿Qué muecas deformarán mi rostro cuando tenga que dar cuenta de tantas irresponsables decisiones, que causaron un desconcierto generalizado entre todos los que vivían en el Perú o los que tenían algo que ver con él? ¿No fui yo, el que convertí la inflación en un reto para las calculadoras, que tenían que absorber tres ceros cada pocos meses?
Cualquier intento de respuesta es inútil, cualquier refutación es innecesaria. El asunto es muy privado, es de Alan García y el Juez, nadie más. Así está de seria la cosa. Claro, él debe estar feliz por ahora, la Justicia Peruana no le culpó ni le culpará, y para hacer lo que hizo del Perú, se nota que no creyó nunca en la Otra Justicia. O, quizás Alan, aventurero irresponsable, cree que el Señor es como el pueblo peruano: amnésico.
Hay cada desalmado...
Herbert Morote, Réquiem por Perú, mi patria


2006/06/04

¡Perú, hoy me dueles en el pecho!

¡Perú, hoy me dueles en el pecho!
País miseria.
País mierda.
País cloaca.
País fracaso.

¡Perú, hoy me dueles en el pecho!
País Fujimori.
País Odría.
País Montesinos.
País García.

¡Perú, hoy me dueles en el pecho!
País amnesia.
País tortura.
País suicida.
País mentira.

¿Por qué me dueles tanto?
¿Por qué tanto gobernante espanto?
¿Hasta cuándo persistir en el quebranto?
¿Por qué darle tu cuerpo al que te ha vejado tanto?

Perú… ya no me dueles…
porque el Apra nunca muere,
pero la dignidad sí muere.

2006/06/02

Evitable: cuando votar es un desvarío

“…me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría decir que ‘todo tiempo pasado fue peor’, si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza.”
Ernesto Sábato, El Túnel
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En alguna oportunidad leí una genial frase de Bertrand Russell: “la historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable”. Hoy, a la luz (o, mejor dicho, en las tinieblas) de nuestra coyuntura política pienso que todo esto hubiera sido evitable. Pero, lástima, estamos en el patíbulo nuevamente y ya no hay vuelta atrás (¿esperaremos otros cinco años para volver a equivocarnos?).
Evitable. Tenemos la guillotina sobre nuestra nuca. Sólo falta la elección final: hay dos despeñaderos posibles, ¿hacia cuál de los dos nos precipitaremos? ¿Hacia el abismo ya conocido de la corrupción galopante, los costales henchidos de Intis, las interminables colas y los reiterados balconazos? ¿O, como de costumbre, nos lanzaremos a ese vacío desconocido que, por ser nuevo, pasa de inmediato a ser ciegamente esperanzador?
A mi entender, el editorial de Caretas 1927 titulado sugerentemente "NO SUICIDARSE", no se equivoca al sentenciar que el voto en blanco es –si cabe el término– un acto pilatesco: compatriotas si quieren joderse, ¡jódanse!; pero yo me lavo las manos: no escojo a ninguno de estos dos mamarrachos.
Cito acá los párrafos iniciales de dicho editorial:

Hay varias formas de pegarse un tiro en una encrucijada histórica como ésta: votar en blanco, viciar el voto, irse de paseo o sufragar mal.
Sin embargo, algunos de esos 2.6 millones de ciudadanos de derecha o de izquierda cuyos candidatos se quedaron en la primera vuelta, aun ahora, exquisitos como son, creen resguardar convicciones sacrosantas absteniéndose de elegir al “menos malo” en la segunda.
Con esa actitud están jugando a la ruleta rusa y promoviendo un mal peor.
Parecen olvidar que en esta combi nacional todos somos pasajeros –aun quienes viven en el exterior, ya que tienen parientes al fondo del pasillo–, y negarse a participar en la conducción del vehículo es una forma de suicidio.

Suscribo todo lo expresado hasta el cuarto párrafo; pero ahí me detengo, cavilo, y pienso que las líneas posteriores hubieran sido evitables. Se dice que Humala representa un “chavismo sin petróleo”. Sin embargo, no se dice nada sobre lo que representa Alan García. ¿Acaso un ladrón más curtido y mejor entrenado por la escuela de la experiencia? ¿O quizá un violador de derechos humanos que nunca mostró el más remoto asomo de mea culpa al respecto? Seamos simples, sinteticemos lo que A.G.P. representa en dos palabras: el engañamuchachos.

Evitable. Cuando, en otro párrafo, leo “desquiciado megalómano” pienso que se refieren al personaje en cuestión, pero no; me equivoqué: hablan de Simón Gorila (Hugo Chávez). Y me pregunto si era necesario que CARETAS nos recuerde de una manera tan burda (¿chavista?) que el presidente de Venezuela es y será un gorila. Me pregunto también si ¿acaso es necesario aclarar que todo lo que dijo Chávez acerca del líder del Apra es patéticamente cierto? ¿No es una verdad como una catedral que García Pérez es un ladrón de cuatro esquinas y un corrupto de siete suelas? Por favor, no nos fijemos en el mensajero sino en el mensaje. No hace falta ser chavista, castrista o evo-moralista para decir “Dios libre al Perú de un bandido como éste”; sólo basta tener una pizca de memoria y dos dedos de frente.
A estas alturas alguien me acusará de humalista, y caerá en un error grosero. ¿Cuántos de los que el domingo votarán por García Pérez son en realidad apristas? ¿Desde cuándo Vargas Llosa, Flores Nano, Rey Rey, Martha Chávez, García Belaúnde son militantes del partido de la estrella? Ahí tienen la respuesta. Será, como dicen, el voto del miedo… del miedo a lo desconocido… del miedo al cambio.
Confieso que detesto la imagen del cachaco (del militarote, diría Vargas Llosa), y estoy convencido de que los militares jodieron a mi país. Pero en una encrucijada como ésta tendré que hacer de tripas corazón y optar por el verdadero mal menor.
Optar esta semana por Humala sería un desvarío histórico descomunal”, concluye CARETAS y nunca como ahora toma partido por la agrupación política fundada por Haya de la Torre. Siento que es de elemental honestidad el hecho de matizar un poco dicha sentencia. Votar por cualquiera de los dos candidatos en cuestión constituye una especie de desvarío, de frenesí. El simple hecho de ser peruanos nos expone a vivir al borde del desvarío y de eso somos conscientes todos los que queremos un cambio, un cambio de verdad, no una caricatura de democracia.

Hace cinco años me equivoqué. Voté por un advenedizo Alejandro Toledo (y lo digo porque ya casi nadie se acuerda de que votó por nuestro actual mandatario). Me equivoqué, lo sé, pero tengo la tranquila certeza de que me hubiera equivocado el doble si votaba por García Pérez (o peor aún: si votaba en blanco). ¿Me dejo entender? Espero que así sea.

Ahora, yo votaré por Ollanta Humala. Mi memoria me impide votar por Alan García. Llevar otra vez a ese sujeto a Palacio de Gobierno sería el tiro de gracia para nuestra moribunda dignidad nacional. Si García vuelve a alzarse como presidente del Perú nuestra bandera quedará percudida para siempre y no habría “lavado de bandera” o revuelta popular que nos la devuelva. Porque no hay desvarío peor que el desvarío de la memoria.
Juan Pablo Castel, aquel mítico personaje de Sábato, sabía muy bien de desvaríos. De esos desvaríos que atenazan al peruano de a pie, a todos aquellos compatriotas para quienes la democracia es una palabra inasible, para aquellos a quienes el presente (democrático) es tan horrible como el pasado, para quienes por suerte todavía recuerdan tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones… porque la memoria es, para nosotros los peruanos, como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza.
Yo votaré por Ollanta Humala porque sé que si mañana Fujimori viene a pedirle disculpas a mi pueblo y, acto seguido, a reclamar una nueva oportunidad, se la negaré de saque y sin titubear un instante.
Votar por Humala será, no lo niego, un desvarío, pero un desvarío digno. Porque los cínicos y crueles como Fujimori, Montesinos y García sólo nos deben servir para documentar nuestro pasado tenebroso. Para que se pudran juntos en el sórdido museo de la vergüenza. Y para acudir a ellos cada vez que la memoria lo requiera tanto o más como este 4 de junio.

© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/06/01

Obra de Arte

"Todas las obras de arte deben empezar por el final."
Edgar Allan Poe
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Tus gafas multifocales, hechas pedazos, decoran el suelo de una manera vulgar (tan vulgar e insulsa que, por un momento, me relajo… me llego a excitar olvidándome de cuanto necesito olvidar). Un ramal carmesí baja apurado de tu pecho y se bifurca, se alarga en varias direcciones: sobre el parqué, debajo de la pianola, y empieza a confundirse con el rojo intenso de la raída alfombra que se extiende debajo de tu delgadas piernas de balletista virgen.
Tus ojos, abiertos, parecen apuntar hacia un cielo estrellado que ese techo barroco te niega tajantemente. Las pupilas inflamadas, a punto de estallar, como las venas de tus sienes. Una boca regular, discreta, que apenas se atreve a mostrar la hilera superior de tus dientes de cebra circense. Una lengua tersa, perfecta, como la de un recién nacido que llora en los brazos de la matrona.
Todavía sostengo con firmeza el revólver: un humo ralo que se desvanece con precocidad, el gatillo tibio y el tambor vacío, caliente e indiferente. La imagen de tu cara, de tu terror infinito antes del estruendo, permanece fresca e incorruptible. Una sola bala. Un solo destino. Un corazón perforado y un pulso agotado.
Ahora, antes de huir al monte y perderme por un par de semanas (o talvez más), es cuando quiero recordar el por qué decidí ajusticiarte. Trato de recordar por qué te elegí a ti. ¿Me gustó tu casa?, ¿tu eterna sonrisa?, ¿tu fama?, ¿o lo que me llevó hacia ti fue ese nuevo reto: el matar a alguien cercano, a alguien cuya sangre también es mía?
Siento una chicharra que apura mi partida. Me quito los guantes, envuelvo el revólver en un pañuelo y me despido de ti:
–¡Gracias papá, me ayudaste demasiado!
Me lavo el rostro y que quito el delantal que utilizo cada vez que pinto. Saco la acuarela al patio y pienso en un buen nombre. “Mi última visita a papá”, me gusta mucho, aunque también podría ser “La bala que le regalé a mi viejo”. No sería mala idea llamarlo por la noche para que él me dé su valiosa opinión.
13 de Marzo de 2006.
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Imagen: Muerte de Marat (1793) de Jacques Louis David.