2008/02/24

Los Óscar 2008: Bardem y Expiación son lo mejor



La octogésima entrega de los premios Óscar, hoy domingo 24 de febrero, tendrá como competidoras a Mejor Película a: “Expiación”, “No es país para viejos”, “Michael Clayton”, “Juno” y “Petróleo Sangriento”.
El más notable de los cinco largometrajes es “Expiación”, basada en la novela homónima de Ian McEwan (que, al parecer, es mucho mejor que la película, habrá que conseguir el libro para corroborarlo), trata sobre una muchacha ciertamente vanidosa y con una llamativa precocidad literaria, quien, por equivocación o por sentirse despechada, acusa de un atroz crimen al amante de su hermana mayor. Esta acusación marcará para siempre el destino de estos tres personajes y dejará a la protagonista con una pregunta que martillará toda su existencia: ¿acaso hay (habrá) alguna manera de reparar un daño de tal dimensión?
La película habla, ante todo, de los poderes de la literatura (los alcances simbólicos de la ficción): corregir la vida, reparar los errores en el papel, mas no en la realidad. Lo que la protagonista –ya decrépita y consagrada como novelista– llama “un último acto de amabilidad”.
Su último libro (más bien el primero, el que tanto le costó escribir) trató de resarcir a esas dos personas que ella separó para siempre. La novela postrera no hizo otra cosa que dar cuenta de un amor que lamentablemente nunca puedo consumarse.
Por otra parte, la cinta “No es país para viejos” concita especial interés en la comunidad española, y de habla hispana en general, por la nominación del talentoso español Javier Bardem (Las Palmas de Gran Canaria, 1969), quien, a sus 38 años, está a un paso de convertirse en el primer actor ibérico en alzarse con la estatuilla dorada.
Hay que recordar que ésta no es la primera nominación de Bardem: ya antes había sido considerado por su estupenda actuación en “Antes que anochezca”, donde encarna al escritor cubano Reinaldo Arenas. Luego, nos estremeció de una manera quizá más contundente en “Mar adentro”. Hoy, sin duda, se merece el Óscar por interpretar a Antón Chigurh, asesino y psicópata del aclamado filme “No es país para viejos”.
Todos los fanáticos de Bardem esperamos, pues, que los miembros de la Academia le otorguen este más que merecido reconocimiento. Ojalá así sea.

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En imágenes: Bardem interpretando al desquiciado Antón Chigurh y "Expiación". El actor ha dicho hoy en El País de España que su categoría es una de las más difíciles: "Hay un talentazo en ella. Estos premios son una lotería, un juego, y lo acepto. Yo me enfrento a esto con el placer de saber que yo ya he ganado. He trabajado con los hermanos Coen y he salido ileso. No parecí un marciano en mitad de esta historia tan estadounidense, dentro de un equipo técnico y artístico americano. El resto es accidental. Rodar con los Coen es un milagro. Siendo español, me parecía imposible acceder a su mundo. Cuando contactaron conmigo me sentí conmocionado".
También ha agregado que uno debe alejarse de este eco promocional porque "al final tu trabajo queda sepultado por el ruido mediático, y hay que volver al inicio, a recordar que estos momentos de alegría vienen de una película. Aunque claro, cuando ves el recibimiento a No es país para viejos, te alegras, porque uno lo ha pasado mal, no ha sido fácil componer el personaje de Anton Chigurh, un tipo con flequillo raro que va por ahí con una máquina de matar vacas. Estoy contento pero agarrándome las riendas. Hace falta filosofía zen para no perderse en este ruido. Tengo una distancia óptima y saludable respecto a cualquier accidente, sea éste feliz, un premio Oscar, o desafortunado.
Ha sido un viaje muy largo que empezó en Cannes, con el estreno en el festival de No es país para viejos. Llevo hablando de lo mismo tantos meses... He vivido el viaje con alegría y con distancia, porque si no, te puedes perder en todo este ruido que es insano para, y no quiero que suene demasiado pretencioso, el arte. Debo seguir con proyectos que tengan algo importante que decir. Para mí, esta gala es una parada que no va a alterar la dirección que llevo. Eso no hay Oscar que lo cambie
".


2008/02/22

A la memoria de José B. Adolph (1933-2008)


Nunca llegué a conocerlo pero, al contemplar sus fotos, siempre me pareció un tipo extraño, enigmático. Por sus raíces (nació en Stuttgart, Alemania, en 1933), su semblante y su aparente desaliño lo comparaba en secreto con Albert Einstein.
Hace exactamente un año me atreví a enviarle, vía correo electrónico, un manojo de mis cuentos esperando ansioso sus críticas y comentarios. Me trató de usted y, en muy pocas líneas, me animó a seguir escribiendo: “Usted escribe muy bien. Felicitaciones. Me gustó especialmente ‘Urgente: necesito un retazo de felicidad’, y no es que los demás estén mal. Como que con el primero siento cierta afinidad. Cuestión muy subjetiva mía”. No hace falta confesar que me emocionó saber que un anciano ilustre como el buen José Adolph había sentido “cierta afinidad” con el anciano infartado que buscaba la felicidad en el relato que le da título a mi primer libro.
Luego respondí a su misiva aprovechando para formularle la pregunta del lugar común: “usted, don José, con un poco más de siete décadas a cuestas y con una producción ficcional profusa, qué me puede decir de la literatura, ¿qué ha significado para usted?, ¿haciendo las sumas y restas valió la pena dedicar toda una vida a la invención de ficciones?, ¿cree en el compromiso del escritor del que tanto habla Vargas Llosa? ¿Motivaría o disuadiría a un aspirante a escritor?
Me dijo que normalmente no respondía a esa clase de preguntas y, en su brevedad, me dio una gran lección sin buscarle tres pies al gato: “Me limito a decir que escribir nació conmigo, independientemente de que sirva o no sirva para algo”.
Una de sus columnas (“El señor de los colmillos”) que más recuerdos fue aquella en donde habló de los títulos académicos: “No es indispensable haber asistido a una universidad para ser mediocre."
Le llamaban mucho la atención aquellas “denuncias contra algún personaje más o menos VIP, porque carece de los respectivos títulos académicos. ¿Cómo?, se preguntan, ¿NN puede ser tal o cual cosa si ni siquiera tiene un título?”
Adolph concluía: “La imagen que queda es la de que un título -desde secundaria completa al más bajo nivel hasta un doctorado- es prueba fehaciente de capacidad, talento y gracia sin par. Y en el Perú todavía, con sus cuchumil universidades e instituciones. A veces parece que hubiera más universidades que colegios. En la mayoría de casos ambos tipos de instituciones educativas son entidades comerciales con profesores discutibles y alumnos sedientos no de saber sino de cartoncitos. La calidad de la enseñanza y su receptividad auténtica son joyas escasas. Antes de que alguien me lo pregunte, revelaré que llegué hasta el tercero de secundaria. Carezco de todo título académico basado en estudios y jamás asistí a universidad alguna. No soy doctor en nada -salvo quizás, como decía Gonzalo Rose, en privaciones y melancolías- y la pared que hubiera podido destinar a diplomas sólo registra el triste paso de alguna arañita. Por lo tanto, en el Perú oficial y semioficial no soy nada, para usar una de esas deliciosas dobles negaciones de nuestra lengua. Marx (el Carlos) decía que toda su vida había militado en alguna minoría y se sentía muy bien así. Este servidor toda su vida ha militado en el analfabetismo funcional académico, inadecuado para la utilidad pública, y se siente muy bien. Ni siquiera estudié periodismo pero lo ejercí durante aproximadamente 50 años. Y encima tuve la insolencia de publicar 17 libros. Tal como dije a los encuestadores, no necesité apoyo pedagógico para ser mediocre”.
Otra de sus columnas se tituló “No somos nada”. Acertó como nunca el maestro. Que este recuerdo de un desconocido sirva para que algunos otros desconocidos descubran lo más importante que nos dejó: sus libros.

2008/02/08

Sandra




Te escribo una vez más sin tentar respuesta alguna. Prefiero tu indiferencia antes que recibir tus calificativos malintencionados (como cuando me dijiste que mi prosa, cuando no es chapucera, es rosa).
No lamento el haberte conocido: al final fue un azar electivo o esas cosas extrañas que me hablabas del poeta mexicano que tanto te gustaba cuando soñabas con casarte en la India al pie de un árbol centenario (¿conmigo o, acaso, con ese lunarejo cincuentón de cara larga y hocico partido?).
Ayer se me rompió un plato y en cada pedazo -disperso en el suelo de la cocina que tú decoraste- encontré un fragmento de tu carta de despedida. Quizá por fin he comprendido que el amor no es un sentimiento: es casi una manera imperfecta de masturbar el alma.
Eso era todo: ahora ríete de mí, de mis conclusiones cojudas y sigue sintiéndote una puta.
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Imagen: "Mujer durmiendo en un paisaje" de Salvador Dalí (1931)
Este texto lo publique en la Biblioteca Cervantes Virtual: