2008/11/14

PULP FICTION (o cómo hacer una película)



Antes de llegar a esta película, todavía no había visto absolutamente nada de Tarantino. La conseguí porque, en 1994, la habían premiado con la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Pulp fiction (traducida como Tiempos Violentos y que compitió con Forrest Gump por la mejor película del año en los premios Oscar), es un filme que sacude, pero no por estar impregnado de la violencia que anima a su título en español, sino porque los guionistas (Quentin Tarantino y Roger Avary) dan una clase magistral de cómo contar una historia o, digo mejor, cómo contarla cinematográficamente, explotando al máximo el libreto, con esos giros y saltos espacio-temporales que lo dejan a uno estupefacto (presa de sus propios flashbacks coyunturales).
Todo comienza y termina en el mismo lugar: una típica cafetería de cualquier bodrio taquillero yanqui. Suena aburrido. Nada que ver. La película funciona como una caja china, un gran contenedor de un trío de historias que se cruzan y descruzan (pero que también pueden ser vistas como películas independientes y en el orden que a uno mejor le plazca): “Vincent Vega (John Travolta) y la esposa de Marsellus Wallace (Uma Thurman)”, “El reloj de oro (Bruce Willis)” y “La situación con Bonnie (en esta parte –y como suele ocurrir en sus filmes– actúa el propio Tarantino, como esposo de Bonnie, una enfermera que no aguanta pulgas)”.
Párrafo aparte para un inolvidable y escéptico John Travolta que hace las veces de un gánster regordete y de un bailarín superdotado: la escena en donde baila descalzo con una impensada y exótica Uma Thurman es tan lograda –por algo los terminan premiando– que uno no se cansa de repetirla una y otra vez… hasta malograr el DVD (pirata) ajeno.
No podría elaborar un argumento digno, lo único que se intento alcanzar en estas breves líneas es un deseo de disfrute pleno y envolvente para aquél que todavía no haya tenido la suerte de haberla visto. Y los que ya la vieron, saben que –como casi siempre y en lo que más nos seduce– con una sola vez no basta. Además, que después de oír a Samuel L. Jackson predicando, en más de una oportunidad y con arma en mano, un fragmento bíblico inventado (o enriquecido por el talento del genial Tarantino), uno deja de ser el mismo:

El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del valle de la oscuridad, pues ése es el verdadero guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquéllos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos. Y tú sabrás que mi nombre es Yavéh, cuando caiga mi venganza sobre ti”.
Los enemigos de los baños de sangre, de los disparos indeseados, las sodomizaciones más salvajes y hasta del la eficiencia del Señor Lobo (experto en resolver problemas), mejor cierren los ojos para obviar el sadismo y disfruten de una banda sonora que se resume en una palabra: ¡FORMIDABLE!

Orlando Mazeyra
Noviembre del 2008

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