2009/02/23

LOS ÓSCAR: La noche de Milk, La dama del perrito, El Guasón y la loquísima María Elena

Heath Ledger: a un año de su muerte recibió un merecido Óscar

La dama del perrito, el infatigable Harvey Milk y la loquísima María Elena

A priori, creí que el muy publicitado y Curioso –más que curioso, vendría a ser surrealista– Caso de Benjamín Button se haría de varias estatuillas y, al final, terminó siendo el gran fracaso de la noche (no convenció la historia del hombre -Brad Pitt- que nace con el reloj biológico al revés, sueño dorado de Quino, el creador de Mafalda: empieza en la senectud y va retrocediendo hasta terminar siendo un neonato).
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Vi The Reader (El Lector): con una sensual y convincente Kate Winslet que, para mí, cuando dejó de ser analfabeta a punta de empeño y obstinación, se convirtió para siempre en La dama del perrito de Chejov. Es una película de primer orden, incluso mejor que ¿Quién quiere ser millonario?, pero tal vez su temática resultaba siendo muy europea (aborda una historia de amor y de secretos en la Alemania de la posguerra; cuando el analfabetismo puede convertirse en un secreto, una vergüenza tan insondable como el primer amor, ése que se alarga hasta la eternidad). Aunque si nos basamos en eso no estaríamos festejando el triunfo Slumdog Millonary, una notable película ambientada en Bombay, la mayor ciudad de la India. Un juego de trivia se convierte en el mejor pretexto para armar una historia de amor que germina en la infancia y se afirma ante las adversidades que atormentan a la pareja. La violencia, el horror, la pobreza extrema y el delito son un telón de fondo que amenaza con destruirlo todo, pero a veces el destino está escrito y, por supuesto, está del lado de los que jamás renuncian a soñar.
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El viernes mientras revisitábamos Río Místico –o mejor dicho la media hora final del filme–, le comentaba a Johanna que Sean Penn es un actorazo que nunca termina de conmoverme, cada vez que que lo veo me sorprende una vez más esa capacidad sobrenatural para meterse en la piel de sus personajes. El salvaje personaje de Río Místico (con el que Penn ganó su primer Óscar) ya quedó muy atrás. En el 2008, apareció Harvey Milk, que al parecer fue el primer hombre abiertamente gay que alcanzó un cargo público en Estados Unidos, un activista, un luchador por naturaleza que da lecciones de moral y, sobre todo, de libertad. Ver, desde el comienzo de la película, a Penn besándose con varios hombres o ligando al paso con desconocidos el día de su cumpleaños, ya nos anuncia un largometraje de homosexuales que sólo quieren una cosa: ser libres (como Dustin Lance, que armó el libreto y recibió su premio emocionadísimo).
Milk, pues, le ha dado su segunda estatuilla dorada a este hombre de excepción, coherente y de grandes compromisos que, por sus ya reconocidas dotes (encarnando a un retardado mental en Mi nombre es Sam, a un criminal como Matthew Poncelet en Mientras estés conmigo y ahora a un gay luchador y emblemático como Milk) confirma el por qué algunos lo llaman el “Marlon Brando de la nueva generación”.
Escribí unas líneas por si ustedes demostraban ser unos comunistas homosexuales”, mencionó Penn ironizando a los conservadores de la Academia que hace algunos años se negaron –¿a puro prejuicio? – a otorgarle el Óscar a la inolvidable Brokeback Mountain. “Ya es hora de los que votaron en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo piensen en la vergüenza que sentirán sus hijos”.
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En Vicky, Cristina, Barcelona, Woody Allen le dio un papel tan rico a Penélope Cruz que ella no hizo más que tomar la posta de su actual pareja, Javier Bardem, y consagrarse como la mejor actriz de reparto y la primera mujer española en alcanzar un Óscar (Almodóvar lloró al enterarse y él se le dedicó el premio con especial a afecto, también a Fernando Trueba con quien Cruz dio sus primeros pininos en La bella época, en donde se la ve apenas como una niña, estamos hablando del año 1994, cuando ella tenía menos de 20 años).
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Párrafo aparte, para el momento más emotivo de la noche: el Óscar póstumo para Heath Ledger: a un año de su muerte, ese compañero, hermano, que se nos adelantó por culpa de las pastillas (“la última esperanza negra”, diría Calamaro), pero nos dejó mucho para recordarlo. Por eso las lágrimas y por eso este recuerdo imperecedero de un escribidor que lo admira hasta el infinito.
Más acá (en mi propio Cinema Paradiso):

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