2011/07/25

En Micrópolis (entrevista)

Orlando Mazeyra en Micrópolis from micropolis2008 on Vimeo.

2011/07/11

El maleficio de la Copa América


Por Orlando Mazeyra Guillén
Publicado en el diario El Pueblo, lunes 11 de julio de 2011.




Actualización: 7 de octubre de 2017.

Al repasar la historia veremos que los campeones de América no logran repetir el plato en la Copa del Mundo inmediata. ¿Azar o maleficio? Pero no todo queda ahí: algunos campeones de América ni siquiera llegaron a clasificar a la cita mundialista más próxima; y, si lo hicieron, entonces sufrieron tremendos descalabros (por citar uno de muchos ejemplos: Argentina en Suecia 1958). ¿Alzar la Copa América se convierte, para el país que la gana, en una rémora maléfica a la hora de disputar el Mundial de Fútbol? La historia dice que sí.
Si hacemos una apurada revisión de la historia, descubriremos que este torneo se remonta al año 1916, cuando por primera vez Argentina organizó el Campeonato Sudamericano de Naciones que ganaron sus vecinos, los uruguayos. Hay que recordar, también, que a lo largo de su vida esta justa ha sufrido muchas modificaciones y recién pasó a llamarse oficialmente "Copa América" en el año 1975. O sea, que se podría decir, sin temor a equivocarnos, que Perú fue el primer ganador de la "Copa América" pues, ese año el equipo incaico derrotó, con gol del Cholo Sotil, al equipo colombiano en un intenso partido extra que se jugó en Caracas.
En cuestión de coronas, más de la mitad del palmarés es abarcada por los del Río de La Plata: los uruguayos la ganaron 15 veces y los argentinos levantaron la copa en catorce ocasiones. Tercero, y algo rezagado, aparece Brasil con casi la mitad de conquistas: ocho. Perú, Paraguay y Chile campeonaron en dos oportunidades. Cierran el pelotón, bolivianos y colombianos con una solitaria conquista. Los países sudamericanos que no han ganado la copa son Ecuador y Venezuela.
Aunque no todo es color de rosa, pues en las últimas décadas este torneo se ha visto mermado a causa de motivos que –para los amantes de los eufemismos– podríamos llamar extra futbolísticos. Si me apuran, me atrevo a decir que talvez la última gran Copa América fue la de 1995, cuando Uruguay hizo valer su condición de local en un abarrotado Estadio Centenario de Montevideo, derrotando por definición de penales a Brasil. En 1997, el anfitrión Bolivia, tuvo que sacar adelante una Copa donde sólo algunos países llevaron a algunas de sus figuras (tal vez desde ahí se puede avizorar un soterrado desdén por la altura y sus inconvenientes que están tan de moda por estos días). Y así, la vieja y querida Copa América, empezó el lento –¿irreversible?– camino hacia su devaluación. En 1999, el fantasma de la altura altiplánica ya no estaba, y en Paraguay las cosas mejoraron en algo, Ronaldo y Brasil brillaron. Ya en este siglo, el año 2001, el anfitrión era el país de García Márquez y la Copa América fue una verdadera caricatura: Argentina renunció a participar (Canadá también rechazó una invitación de la CONMEBOL). Lo cierto es que pocos querían ir a Colombia por temor a las FARC. Muchos seleccionados asistieron con equipos alternos. Ganar la Copa América dejaba de ser un inapreciable anhelo para los futbolistas del continente, había otras prioridades… Además, Europa y sus millonarias ligas empezaron a poner trabas, ya no querían ceder a sus futbolistas. El año 2004, Perú fue el anfitrión, y Brasil, menospreciando el torneo, asistió con un equipo alterno, aunque a pesar de eso le alcanzó para derrotar por penales a Argentina en una animada final jugada en el estadio Nacional de Lima (Brasil, como campeón de América, no pudo retener el título perdiendo ante la Francia del genial Zidane). En Venezuela 2007, argentinos y brasileros repitieron la final. El scratch le metió 3 a la Argentina (Brasil fue eliminado por Holanda en Sudáfrica).
En 2011 la Copa América se jugó en Argentina y campeonó la celeste uruguaya que en el mundial de Brasil 2014 se descalabró en la primera ronda.
Las dos últimas ediciones tuvieron al mismo Campeón: Chile. En el 2015 el campeón fue el anfitrión y en 2016 se celebró la Copa América Centenario. En ambas finales los mapochos le ganaron a Argentina por penales.
El maleficio podría cumplirse porque Chile podría quedarse sin asistir a la Copa Mundial Rusia 2018.

Exhumando un maleficio que hasta la fecha nadie puede conjurar
Un año antes de la primera copa del mundo, en 1929, el torneo sudamericano se organiza en Argentina y el local levanta la Copa. Sin embargo, Uruguay (que quedó tercero en el sudamericano) ganó, en Montevideo, la copa del mundo dejando al Campeón de América en el segundo lugar (los charrúas golearon 4 a 2 a los gauchos).
En 1937, el sudamericano se realizó también en Argentina y el local se quedó con la Copa. No obstante, Argentina no quiso participar en el mundial de Francia 1938. En 1949, Brasil organiza el torneo y lo gana… Pero todos sabemos lo que pasó el año siguiente en el mundial que los brasileros organizaron para ganarlo: el scratch quedó segundo en el mítico Maracanazo, perdiendo ante los uruguayos 2-1 (los goles celestes fueron de Schiaffino y Ghiggia). En 1953, el sudamericano se realiza en el Perú. Paraguay queda primero dejando en el segundo lugar a los subcampeones mundiales: Brasil. Sin embargo, sólo los cariocas clasificarían al mundial de Suiza 1954 dejando eliminado precisamente al campeón de América: Paraguay. En 1957, en el Perú, Argentina campeona relegando al segundo puesto a Brasil. En Sucia 1958, Argentina que llegaba como un gran favorito tuvo uno de los mayores descalabros de su historia: quedando colero del grupo A (al final ocupó el puesto 13 de un total de 16 equipos). En 1959, Argentina derrota a Brasil otra vez, pero Brasil repetiría en Chile 1962 (ganando su segunda copa del mundo). Argentina, en dicho mundial, se quedó en la primera fase ganando apenas un sólo partido (ocupó al final el puesto 10 de un total de 16 equipos). 1963, en Bolivia se disputa por primera vez un sudamericano y lo gana el anfitrión. Bolivia alza la copa dejando en el segundo puesto a Paraguay. Ironías del destino: ni el campeón ni el subcampeón clasificaron a Inglaterra 1966.
En 1967, en Uruguay campeona el local ganándole a Argentina. Empero, en México 1970 campeona Brasil derrotando en semifinales precisamente a Uruguay (3-1).
En el año 1975, el Perú campeona ganándole la final a Colombia. Lamentablemente en el mundial inmediato, en 1978, campeona Argentina que le hizo 6 al Perú, el 21 de junio de 1978 (dos goles de Mario Alberto Kempes, además marcaron Tarantini, Luque, Houseman). Esta goleada le dio el pase a la final a los gauchos, que vencieron en la final al equipo holandés.
En 1979, campeona Paraguay ganándole a Chile pero… de nuevo el maleficio: el campeón de la Copa América ni siquiera pudo clasificar a la Copa del Mundo de 1982. Al mundial español fueron Argentina, Brasil, Perú y el subcampeón de la Copa América: Chile, que quedó invicto en la clasificación dejando fuera de camino precisamente a Paraguay.
En 1983, Uruguay campeona dando cuenta de Brasil. Pero fue la Argentina de Diego Armando Maradona la que ganó el mundial de México 1986 dejando precisamente fuera del mundial a los uruguayos (campeones de América) en octavos de final. En aquella oportunidad, Argentina ganó 1 a 0 con Gol de Pasculli. El Uruguay de Francescoli quedaría en el puesto 16.
En 1989, en Brasil campeona el equipo de Bebeto y Romario… sin embargo, el año siguiente en Turín (Italia), Argentina lo dejó afuera en octavos. (un pase excepcional de Maradona, regateo y gol de Claudio Paul Caniggia). Argentina llegó a ser subcampeón en Italia 1990. Brasil quedó en el puesto nueve. En 1993, en Ecuador, Argentina campeona ganándole la final a México. Huelga decir que en 1994, en Estados Unidos, todos sabemos que el maleficio de la Copa América le pasó factura a los albicelestes, pues los dirigidos por Alfio Basile se quedaron en octavos de final, perdiendo contra la Rumania de Hagi y compañía (2-3). Campeonaría un Brasil muy esquemático y la Argentina quedaría relegada al puesto diez. En 1997, Brasil le gana la copa América al local: Bolivia. Sin embargo al año siguiente Zidane les quita el título del mundo en la final de la Copa del mundo (0-2). El año 2001, en Colombia, la final la gana el equipo cafetero: Colombia vence a México por la mínima diferencia. En dicha Copa América, Brasil cumple un papelón perdiendo en cuartos de final contra Honduras (0-2). Pero, al año siguiente, ganaría la Copa del Mundo de Corea-Japón 2002. Y de vuelta el maldito maleficio copero: el equipo colombiano ni siquiera pudo clasificar a la Copa del Mundo (quedando en el sexto puesto en la eliminatoria mundialista sudamericana). En el año 2004, la Copa América se realiza en el Perú y Brasil (campeón vigente del mundo por ese entonces) le gana la final a Argentina por penales. ¿Mal presagio para los cariocas? Por supuesto, en Alemania 2006, otra vez la bestia negra del scratch: Francia los mandaría a casa con un centrazo de Zinedine Zidane que conectó Henry. Brasil quedaría en el quinto puesto y Argentina (subcampeón de América) en el Sexto. Por último, el año 2007, en Venezuela, Brasil vapulea a la Argentina 3-0. ¿Pudieron por fin los pentacampeones del mundo romper el maleficio de la Copa América? Todos sabemos que no, pues en Sudáfrica 2010 los cariocas se despiden por las patas de los caballos perdiendo contra Holanda (1-2). Argentina (subcampeón de América) quedó en quinto puesto, superando a Brasil que quedó sexto.
¿Podrá el campeón de la Copa América 2016 romper el maleficio? Primero, que clasifique. O digo mejor: esperemos que se quede en la puerta.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2011.

2011/07/10

La Copa América... y Juan Román Riquelme


Román no es "pecho frío". Acá un testimonio genuino.

2011/07/02

El Infierno interior

Por Carlos Rivera

"Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara."

Jorge Luis Borges


Hastiado Gustave Flaubert, y para que se develara quién era Madame Bovary, éste respondió: (Madame Bovary, c'est moi) “la Bovary soy yo”. Y es que ese gran personaje de la literatura universal se convirtió en su sangre y su alma (si ésta existe). La novela fue mas allá de la ficción y causó escándalos en la sociedad francesa siendo procesado en 1856 por “ofensas a la moral y a la religión” creyendo los acusadores, desde sus ignorancias y prejuicios, que la obra alteraría las buenas costumbres. De hecho, los personajes de la novela en su mayoría fueron extraídos de las vivencias personales y de escenarios reales, producto de una investigación obsesiva por encontrar arquetipos para su novela. Pero la literatura es una gran mentira hecha con trozos de la realidad y cuando estos hechos constituyen el corpus literario, ya pertenece a la dimensión del arte. Partiendo de esta breve reflexión que nos pretexta el libro del escritor Orlando Mazeyra Guillén, podremos ensayar algunas consideraciones preliminares acerca de La prosperidad reclusa.

Cada uno de los personajes del libro enfrenta distintas vicisitudes de la vida, pero no desde la periferia de las cotidianidades de personas felices y dignas de imitarse para olvidarse de las desventuras, sino desde los suburbios de la conciencia, es decir desde el infierno que todos llevamos dentro. El autor no intenta crear ambientes, paisajes sociales ni paradisíacos, sino atmósferas, sensaciones, exorcismos. Orlando Mazeyra escogió el infierno para deslizarse por sus recovecos y darles temáticas comunes como el amor, el trabajo, la ilusión, el amor filial, el sexo, la locura y la perversión. Cosa curiosa, los cuentos hablan implícitamente de la prosperidad, pero no entendida desde elucubraciones sociológicas, sino desde la vertiente de un grito, un delirio hacia la vida o a la libertad y a las cosas de este mundo. Es decir, la prosperidad como una utopía personal hecha a medida del individuo.


Las huellas inmediatas a las que nos remite el libro, son Los Inocentes de Reynoso, ese delirio poético callejero de una sórdida Lima. O la salvaje collera de Matacabros de Sergio Galarza, y la violenta narración de Rilo en Contraeltrafico. Sin dejar de lado, desde luego, los solitarios y abyectos personajes de Julio Ramón Ribeyro. Claro que también asoman los ecos de Bukowski, Henry Miller, Mario Vargas Llosa y Sartre.
El plus de Orlando Mazeyra a la literatura (al menos en esta obra que leí) es la música, que le da cadencia a las historias, aunada a una perspectiva visual cinematográfica que parecieran escenas de un film con un protagonista central, un guión inconcluso y un escritor omnisciente que alimenta a su antojo las peripecias de los miserables personajes para lograr un desenlace a modo de flashback. Esto da pie, a su vez, a que al menos, en esos viajes oníricos, tengamos un acercamiento a lo total (lo visual, literario y musical).
El autor a través de la obra expresa su desencanto, su rabia, sus delirios existenciales y para arroparle de belleza literaria recurre a una poética personal donde las palabras son un festín de frases que, desde luego, pretenden una estética original. Avizoramos que en algún momento se constituirá de manera sólida en una obra mayor o quizás una novela. En este libro que comentamos, vemos un excelente comienzo hacia ese sendero.


Dentro de los cuentos que componen el libro, a juicio personal, considero el más logrado, “Tras la puerta”, que sintetiza toda esa poética a la que nos referimos anteriormente, donde el personaje Obdulio transita ese pedazo de su existencia entre un enfrentamiento con su génesis patológica, la búsqueda de la verdad y de sus encuentros y desencuentros con sus tormentos esquizofrénicos y las curaciones a las que es sometido por los especialistas. En esas misceláneas pasadas, y hechos presentes trasunta una añoranza filial, una búsqueda infinita por un poco de comprensión (¿o tal vez una prosperidad sentimental?) que consuela con el apego hacia su madre (o acaso un ideal de ella). Al final, no hay nada revelador, sólo la presencia rotunda, dolorosa y temeraria de su progenitor como parte de su ser que lo acompañará por doquier en los avatares de su existencia. El cuento no gana por K.O. sino por perplejidad.

Los representantes de la actual literatura arequipeña, hace tiempo que han dejado las temáticas comunes y tradicionalistas. Los nuevos escritores jóvenes como Orlando Mazeyra Guillén hacen caso omiso de este canon sagrado del cual algunos todavía creen imperecedero. Porque esta nueva (aún no me atrevo a llamarla generación) pléyade de escritores no tiene miedo de escribir de putas, violencia, drogas, amores, sexo o de algunas pasiones bizarras que giran en su entorno social y cultural. El escritor arequipeño posmoderno es menos timorato, más poético y más trasgresor.
Consideramos por ello que el autor de este conjunto de cuentos escribe sin miedos, ni ataduras o complejos, enfrenta las historias y las plasma con todo su arte. Por momentos parece autobiográfico, representándose a sí mismo, en cada uno de los seres que desfilan en La Prosperidad reclusa. El autor parece dejarnos alguna huella evidente del por qué de su escritura en el segundo cuento del libro: “La dulce espera” (aunque tal vez la presunción podría ser atrevida):

Cuando empiezo a escribir siempre lanzo un bumerán que retorna y se parte en mi crisma. Son las migrañas nocturnas, o algo más que eso: una punzada en los ojos, de atrás hacia adelante y de adelante hacia la nuca, un vértigo que me acomete cuando trato de recordar a papá.”

Entonces, para finalizar y volviendo a la declaración de Flaubert con respecto a Madame Bovary, es que se puede colegir que La prosperidad reclusa es la expresión de un infierno interior del autor. Las lágrimas, sueños, y perversiones plasmadas en un elevado trabajo hecho con un amor visceral por la literatura. Es la simbiosis poética de la vida y las palabras.

Fuente: http://www.letras.s5.com/omg020711.html