2011/12/31

¿No te encanta el Año Nuevo?

(el autor de la nota probándose las tabas de Forrest Gump, Miami, agosto 2009)

«¿No te encanta el Año Nuevo? Puedes comenzar todo otra vez. Todos tienen una segunda oportunidad», recuerdo que le dijo una puta melosa —Lenore Lengualarga— a Forrest Gump.

Esto viene a cuento porque ayer, un escritor con esquizofrenia, me informó del motivo por el que Gump se echa a correr por todo su país después de que Jenny lo hace debutar en la cama y lo abandona (es decir, debut y despedida):

—Le despertó el demonio de la lujuria y Forrest no tuvo otra manera de contrarrestarlo que poniéndose a correr. En otras palabras, correr en vez de corrérsela.

—¿Y tú cómo lo contrarrestas? —le pregunté de inmediato.

—Tomando —respondió sin dudarlo—. El trago es mejor que las mujeres.

—O sea, lo controlas con una droga legal…

—Las drogas existen porque los hombres no soportan más.

Yo no soporto más. Y a veces la religión es una droga demasiado sana y previsible. Sería formidable creer en aquello de que todo puede comenzar de nuevo el 2012. Una nueva ficción para soportar la existencia. No más que eso. No menos que eso.

No soporto más y me aburre la redacción de este diario.

—Esa nota está buena —dice Ochoa.

—¿Cuál? —inquiere Zegarra.

—La de la señora que ha envenenado a su esposo y a sus dos hijos.

—¡Qué desgracia, Dios mío! —exclama doña Hortensia.

Sonrisas cómplices entre ellos, chistes cojudos (sólo faltan unas cervezas para convertir esto en una chingana). Ochoa juega con su celular y Zegarra sigue corrigiendo notas. Fin de otro año. La misma mierda. Los suicidios de año nuevo no son novedad, por eso acá todo es monótono.

—Ya pagaron —anuncia doña Hortensia como para levantar los ánimos.

Algunos se despabilan y, apresurados, entran a sus cuentas por internet.

—Sí —asiente Castro—. Ya nos pagaron.

—¡Manifiéstense!

Manifestarse. Ese es un verbo asociado al trago y a la jarana. Estoy a punto de cumplir otro mes sin probar licor y me invaden unas serias ganas de manifestarme. Mandar todo a la mierda y ponerme a chupar con esta bola de pendejos.

—¿No me das otra paginita? —pregunta Zegarra por teléfono—. Tengo a una mujer que envenenó a esposo y a sus hijos… Cuidado, ¡cuidado que te des vuelta a fin de año!

Cuelga lamentando que no le den más espacio para explayarse con la crónica roja para cerrar con broche de oro el 2011.

—Eso del envenenamiento es por depresión —filosofa Zegarra mirando a Ochoa—. Pero, al parecer, el que los ha envenenado es el esposo. ¡Es por depresión!

—¿Por depresión? —pregunta Ochoa tratando de comprender pero, no puede, y acude a él otra vez la sonrisita cachacienta, fuera de lugar.

¿Por culpa de gente así se desencadenarán masacres como la de la escuela secundaria de Columbine o la de la universidad de Virginia Tech? No. Estoy exagerando (aunque disfruto imaginando, presa de la ficción más delirante, al Teniente coronel Frank Slade ingresando a esta oficina con un lanzallamas). La costumbre los ha vuelto indiferentes ante la muerte. Insensibles hasta la broma fácil, la criollada estúpida. Además, no tienen la culpa de mi propia depresión. Como regalo de año nuevo quiero una muerte plácida y sencilla. Una nueva droga, benéfica y barata.

El reportero llega agitado con la última nota periodística del año, y las cosas se aclaran:

Un angustiado padre de familia ingirió veneno junto a sus cinco hijos en su vivienda de la asociación Camineros Empleados del sector de Ciudad de Dios, en el distrito de Cerro Colorado. El sujeto provocó su propia muerte y la de dos de los menores de 4 y 6 años; los otros tres fueron llevados por familiares y la policía al centro de salud de Zamácola y, posteriormente, al hospital Honorio Delgado para recibir los primeros auxilios.

Los motivos que lo llevaron a cometer estos execrables crímenes aún son investigados por peritos de criminalística. Una de las hipótesis tiene que ver con los problemas de índole marital que sostenía con su pareja desde hace un año.

Epifanio Huarca Aquino (32) dio de beber una debida gaseosa con raticida a los menores cerca del mediodía. Familiares y vecinos del lugar alertaron del hecho a la policía al ver que la mayor de las hijas salió a pedir ayuda desesperada.

La humilde madre de los niños, Remigia Huillca Huarca (30), se enteró de los hechos cerca de las 16:00 horas cuando regresó de su puesto de venta de verduras en el Terminal Pesquero de Río Seco.

La mujer contó a la policía que discutió con su pareja en la madrugada por problemas personales. Al parecer, luego de esta discusión es que el hombre habría tomado la fatal decisión.

Trascendió que la madre de los cinco pequeños era víctima de constantes maltratos por parte del sujeto. Así consta en varias denuncias en la comisaría de Ciudad de Dios y el juzgado de Cerro Colorado por violencia familiar. Incluso Remigia se vio obligada a pedir garantías para su vida en la gobernación. Este mismo año Epifanio ya habría intentado matarse ingiriendo veneno, pero lograron salvarle la vida.

No obstante, los familiares de Epifanio aseguraban que fue ella quien los mató.

Quizá Remigia y Epifanio no debieron casarse. ¿Para eso encargaron tantos hijos? ¿Qué les diría Forrest Gump? No sé si todos tenemos un destino... O si estamos flotando como una pluma...en la brisa. Pero yo creo... Quizás sean ambas. Quizás ambas cosas pasan al mismo tiempo.

Yo, por mi parte, este 2012 seguiré tratando de encontrar a Jesús como el Teniente Dan Taylor:

—¿Ya has encontrado a Jesús, Gump?

—No sabía que tenía que buscarlo, señor.

—Todos los mutilados del centro de veteranos no saben hablar de otra cosa. Jesús esto y Jesús lo otro. Que si lo encontré. Ellos tienen un sacerdote que viene y me habla. Él me dice que Dios me está escuchando, pero que yo me tengo que ayudar a mí mismo. Ahora, si acepto a Jesús en mi corazón, caminaré a su lado en el Reino del Cielo.

¿No te encanta el Año Nuevo? A mí no (o ya no, aunque quizá estoy mintiendo, otra fábrica de mentiras). Ya lo dejó dicho César Vallejo: Hoy me gusta la vida mucho menos, pero siempre me gusta vivir. Vivir y escribir. Que el 2012 les sea propicio.

31 de diciembre de 2011.



2011/12/30

2012: «Dios mío, no dejes que pierda mi alegría»

(…) hablando de Juan Sebastián Bach. El maestro acababa de regresar de un viaje, durante su ausencia habían muerto su esposa y sus dos hijos. Escribió en su diario: «Dios mío, no dejes que pierda mi alegría».

Desde que tengo uso de razón he vivido con eso que Bach llamaba su alegría. Me salvó de crisis y miserias y funcionó con la misma fidelidad que mi corazón. A veces avasalladora y difícil de manejar, pero jamás hostil ni destructiva. Bach llamaba a este estado su alegría, una alegría de Dios. «Dios mío, no dejes que pierda mi alegría».

Ingmar Bergman, Linterna mágica


2011/12/27

Los incompletos

Por Wilber Frisancho Del Carpio

Suicidarse, piensa, no es un acto valiente ni cobarde, sino natural y silencioso.

Es un adolescente alto y delgado, que odia a la soledad pero teme la compañía. Ha clavado su mirada en alguna parte del techo de su habitación, apoyando su espalda en una columna de éste. A pesar del oceánico silencio que requiere su plan, el volumen de su radio se encuentra altísimo, y el croquis que estaba diseñando se ha convertido rápidamente en una maraña de garabatos desperdigados en un cuaderno anillado y grueso.

Sus padres interpretan una utopía íntima. Su madre se coloca, todos los días, una almohada debajo de la bata celeste antes de iniciar su día. Se levanta con una pesadez simulada, se dirige a la cocina y busca en el refrigerador cualquier comida que alcance la categoría de “antojo”. Por otro lado, su padre está alargando su jornada ordinaria de trabajo para agradar, más de lo debido, a sus jefes más inmediatos (desde la ventana de su oficina observa a la nueva masa de despedidos, varios de ellos tienen su edad). De regreso a casa, lleva pañuelos, sonajas o cualquier juego infantil para su hijo imaginado que, sin duda alguna, es el sustento de la existencia de su compañera, y la justificación de su matrimonio.

Todavía no ilumina su habitación y baja, lentamente, el volumen de su radio. Sin embargo siente la necesidad de compensar el aletargado ambiente con una fuerte actividad suya: camina en redondo, de forma rápida y torpe, por la habitación chocando sus rodillas con los cajones de su escritorio y los pies de la cama. También busca pañuelos para frenar el sudor que desciende de su frente, a sabiendas que no los usa.

Hoy es domingo, su padre podrá realizar sus ejercicios matutinos, sin apuro; fiscalizará si ha dejado algún oficio o memorando inconcluso de 10 a 12; regresará a casa y realizará un pequeño paseo con su madre.

Sus piernas flaquean y siente demasiado cansancio. Ya echado sobre su cama, soporta el ardor en sus ojos. Trata de descansar pero los gritos de sus padres lo despiertan, avisándole que darán un paseo corto por las afueras de la ciudad, él no contesta pero balbucea monosílabos que calman la inquietud de sus padres. Segundos después, siente el motor del automóvil de su familia prendido. Decide abrir las persianas y despedirlos, pero se detiene.

Se equivocó. Sus padres todavía no han salido del edificio porque se encuentran, totalmente absortos, contemplando cómo la vecina del piso inferior le reclama al vigilante más cuidado con las cosas, éste simplemente asiente con la cabeza, de forma pasiva, pero ella persiste. Ellos se acercan y tratan de calmarla, ella los mira con reproche. Deciden dejarla y abordan al vigilante con miradas hoscas. Levanta la cabeza y dice: “La señora peleaba demasiado con su esposo e hijos, éstos decidieron tomar su cosas, incluido el automóvil .Un poco anonadados por la repuesta, se alejan lentamente en dirección hacia la puerta de la residencial buscando un taxi confiable –el automóvil se encuentra en reparación.

A medio camino, el vigilante los alcanza y con la mano derecha les señala su apartamento, intenta decir el número pero solo emite balbuceos. Se desesperan y deciden volver. Primero imaginan un robo pero luego descartan la idea. Suben las escaleras, él más rápido que ella –obviamente–, y observa a su hijo con las manos apoyándose sobre la baranda con varios hilos de sangre que salen de sus antebrazos.

Ocurrió lo más esperado y menos deseado: un suicidio pomposo y torpe, concluye.

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Wilber Frisancho Del Carpio (Arequipa, 1986). Estudia Derecho en la Universidad Nacional de San Agustín. Su autor favorito es el Premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee. También gusta de la obra de clásicos como Tolstoi, Stendhal y Maupassant. Entre los contemporáneos menciona al argentino Alan Pauls y al bosnio-estadounidense Aleksandar Hemon.


2011/12/17

16 de diciembre de 2011

En la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa fui uno de los expositores de El sueño del celta. Y pude volver a ver al novelista que más admiro. Gracias.

2011/12/06

Mas allá del bien y del mal te quiero


Encerrado en mi torre de marfil
La soledad del cuarto del hotel
Bajo el peso de mi propia ley perdí
Mi propia ley que es el roce de tu piel.
Esperándote con ansia en Plaza Francia
La fragancia de tu rosa en mi pellejo
Que no puede borrar en cuatro días
Malditas despedidas, me están volviendo viejo
En el ropero, dejé la campera de cuero,
Ahora soy un torero retirado de los ruedos
Mi dinero me lo gasto en elegancia
Esperándote con ansia en Plaza Francia
En mi cárcel de cristal te espero
Más allá del bien y del mal te quiero
Con mi tarjeta dorada no me puedo comprar nada
El amor no se puede pagar
Saco pecho y camino por el techo
Otra vez va a ser mejor comprarlo hecho al amor


Andrés Calamaro, Con ansia en Plaza Francia