2015/10/17

La puerta invisible: todos somos ficciones

Imagen tomada de Polichinela
La puerta invisible es aquella que separa o intenta separar la realidad de la ficción. Una escritora de teatro en plena crisis creativa dialoga con sus personajes, convive con ellos. Ensimismada —y a la vez hastiada— lleva una relación más intensa con sus creaturas ficcionales que con los seres de carne y hueso. ¿Cómo librarse por fin de ellos? ¿Cómo encontrar la llave de esa puerta —de esa cárcel— que ella misma se ha impuesto? Sólo tiene una salida: el arte, es decir: su propia escritura.
Jorge Volpi, en su magnífico libro Leer la mente: el cerebro y el arte de la ficción señala que «en su calidad de herramienta evolutiva, el arte no puede sino perseguir una meta más ambiciosa. ¿Cuál? La obvia: ayudarnos a sobrevivir y, más aún, hacernos auténticamente humanos […] Porque el arte, y en especial el arte de la ficción, nos ayuda a adivinar los comportamientos de los otros y a conocernos a nosotros mismos». 
Los personajes del personaje principal —vuelvo a la dramaturga saturada de su propia irrealidad— son idealizaciones o prolongaciones de ella misma: la ayudan a conocer sus peores demonios (la parálisis creativa, el temor al fracaso o al ridículo, la muerte, el desamor, entre otros) y a la vez a sobrevivir. En suma, a humanizarse.
Esta obra de teatro es de Mariana de Althaus y está dirigida por Héctor Cornejo Belón, en el teatro Umbral. Confieso que asistí a la función de esta noche, sábado 17 de octubre, luego de leer una de mis historias: es decir, luego de reconocerme (y también no reconocerme) en mis personajes. Para alguien que escribe (o que intenta hacerlo) esta obra de teatro puede convertirse en un funeral y también en una fiesta: a veces nos cuesta despedirnos de nuestros personajes, decirles hasta nunca, pero ¿qué ocurre cuando el personaje que tenemos al frente es la Ficción (sí, con mayúsculas) misma? ¿Nos atreveremos a matarlo? ¿Podremos hacerlo? 
David Foster Wallace nos recuerda ese viejo tópico: «la mente es un estupendo sirviente pero un maestro horrible». Para abrir esa puerta —que es otra invención de nuestra mente hace falta una cosa: (re)conocernos, (re)inventarnos. Aceptar, aunque nos cueste, que, al fin y al cabo, todos somos ficciones. Esta espléndida obra teatral es una prueba de ello.

Dirige: Héctor Cornejo Belón
Actúan: Autora (Fiorella Díaz), Arena (Teffy Bengoa),  Señor del maletín (Román Lizárraga),
Guerrero cojo (Rody Núñez) y Fuego (Jimena Lazarte).
Lugar: Teatro Umbral (Calle San Francisco 204).
Funciones: hasta el 14 de noviembre de jueves a sábado a las 7.45 p.m.
Más información en Polichinela.




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