2017/07/20

CUESTA VS. HERRERA: LA (PEQUEÑA) GRAN DIFERENCIA

Cuesta y Herrera: muchos soñamos con verlos jugar juntos. No se pudo.

Para empezar: siempre defendí a Emanuel Herrera de los criticones (los “tecleros”, que son legión, y también los que lo insultaban, a grito pelado, desde la tribuna). De arranque, lo comparaban con Cuesta y, como es obvio, son distintos: empezando por la presencia física de Emanuel. Cuesta era más despliegue y sacrificio: delantero y obrero. Herrera es el goleador del equipo y del torneo, todos los rivales lo miraban –lo siguen viendo– con respeto y envidia. No obstante, con esta salida, por las patas de los caballos, se me cayó. Eso –hablo de mi decepción– no le resta un solo gol, sobre todo el de la final contra U.T.C. que nos llevó, luego del suplementario, a los penales y a ganar el Torneo de Verano (también marcó de penal en la definición inolvidable por el golazo de “CrackChete”).
Otra cosa: soy de los poquísimos –hablen, otra vez, “tecleros”– que lo vi jugar por última vez con la rojinegra, el domingo pasado contra el Unión Comercio: jugó bien y marcó un golazo. Fue el último con la rojinegra. Lo grité desde la grada, sin saber que luego le faltaría el respeto a la institución que apostó por él. Porque sí, le ha faltado el respeto. Nadie sabe en dónde está.
Ojo, no creo que su representante, el señor Ronald Baroni, no sepa nada (como mintió durante los últimos días). Y, tampoco creo que sea gratuito que lo bajen del barco del Dominó justo antes de un partido clave ante los de Ate en la capital. Piensa mal y acertarás.
Está el hincha que dice que no hay que ser mezquinos, que tiene derecho a irse a una liga de mucho más nivel, como la mexicana, para crecer futbolísticamente y, cómo no, ganar mucho más de lo que le ofrecía Melgar. En parte, tienen razón. Pero uno no se puede ir de un equipo cuando le dé la gana y menos en el tramo final del campeonato. Así no es, Herrera, por más goleador que seas (y que lo seguirás siendo). Y Juan Reynoso debe estar echando humo porque él, tan rígido que es, se habrá sentido traicionado por el 9 en el que confió (Baroni se lo ofreció primero a Cristal, y los pavos no mostraron interés; en cambio, Reynoso, que le había seguido la pista en México, sí creyó en él, pero el sabor final es agridulce, ¡qué lástima!, cuando tenía todo para irse por la puerta grande).
Melgar está en emergencia -dando por descontado a Omar Fernández como titular indiscutible-, porque Zúñiga, con lo crack y legendario que es, está para jugar 45 o a lo mucho 60 minutos, pues los años no pasan en vano. José Carlos Fernández no anda bien y, al parecer, se va al final del Apertura. Daniel Chávez nunca cuajó (es otro de los que se irían) y del “Zorrito” Aguirre sólo pude ver chispazos y empeño. Nada más.
F.B.C. Melgar apura el retorno de Cuesta pero algo le juega en contra: Sporting Cristal y el padre del goleador. Sí, el padre de #BC9, que es su representante, está pensando más en los billetes y los celestes, como es obvio, están poniendo más dinero sobre la mesa.
Bernardo Cuesta, a diferencia de Emanuel Herrera, sí siente la camiseta y la ciudad es como su casa. Acá siempre tendrá las puertas abiertas y la cinta de capitán (cuando no juega Cachete el capitán natural es Cuesta, se lo ganó solito). Cuesta sí está identificado y, como ya lo dijo Reynoso, cuando Bernardo se fue a Barranquilla: Melgar pierde más en lo humano que en lo deportivo.
Tenemos que recuperar a un líder. Esa es la (pequeña) gran diferencia entre Herrera y Cuesta: liderazgo y compromiso hartamente demostrados por parte de #BC9. Ojalá así sea.
En resumen: Melgar pierde mucho en el ataque con la partida de Herrera pero gana en lo humano con el retorno del hijo pródigo. Haciendo las sumas y restas, salimos ganando, no me cabe la menor duda: sólo falta que Cuesta decida bien.



2017/07/18

¿Por qué leemos?


Según mi entender, en la actualidad leemos principalmente por los siguientes motivos: uno, para escapar de nosotros mismos; dos, para armarnos contra peligros reales o imaginarios; tres, para «mantenernos a la altura» de nuestros vecinos o para impresionarles, lo cual es lo mismo; cuatro, para saber lo que pasa en el mundo; cinco, para entretenernos, lo que significa ser estimulados a una actividad mayor y superior, y a una existencia más rica. Podríamos agregar otras razones, pero estas cinco me parecen las principales, y las he consignado por orden de importancia “actual”, según creo conocer a mis semejantes. No hace falta reflexionar mucho para llegar a la conclusión de que si fuésemos correctos con nosotros mismos y todo marchase bien en el mundo, la única razón válida, la que tiene menor importancia en el presente, sería la última.

Henry Miller, Leer en el retrete